Inauguramos año y, con él, categoría en nuestro blog. En el propósito de acercar la ciencia a cuanta más gente, mejor, está incluido un segmento que nos parece – si cabe – más importante que los otros: los jóvenes . Nuestra pretensión es que los niños y los jóvenes se enamoren de la ciencia, comprendan su importancia y se sientan atraídos por ella . Sólo así habrá vocaciones científicas, pero, también, habrá sociedad informada y exigente que permita el avance.
Además, la última encuesta de Percepción Social de la Ciencia realizada en el 2012 por la FECYT da fe de ello: el interés por la ciencia y la tecnología en España ha crecido un 19% desde 2010 y ha aumentado en un 40% entre los jóvenes de entre 15 y 24 años. ¿Cómo no aprovechar su interés y llamar su atención?
Hacía algún tiempo que nos ilusionaba la idea de que los chicos tuvieran un lugar en Divulgades y pensamos en una «colaboración».
Encontramos a la persona perfecta para empezar: una profesora de secundaria enamorada de la ciencia y con larga andadura en la divulgación con proyectos tan interesantes como «Diverciencia, Jornadas de Ciencia en la Calle», que este año cumplirá su VIII edición. Se trata de Ana Villaescusa Lamet, profesora del colegio María Auxiliadora de Algeciras, quien enseguida se mostró entusiasmada con la idea.
Hoy, subimos la primera entrada de esta categoría. Su autora es una alumna de 2º de ESO, Nuria Torres, de 13 años. Pero, queremos que sean más. Queremos animaros a todos, alumnos y profesores, a enviarnos vuestras experiencias e inquietudes en relación con la ciencia. Seguro que nos enriquece a TODOS. Gracias, Nuria. Ahí va.
¡Por fin en el laboratorio!
Fue un lunes de Noviembre, un lunes normal para muchas personas menos para mí. Estaba emocionada, ilusionada y – a la vez – intrigada por cómo sería aquello de hacer una práctica de laboratorio. Desde que mi profesora me lo dijo, empezó mi afán.
Nada más llegar a clase, cuando solté mi gran y pesada maleta, cogí lo necesario para la investigación: el estuche, el libro de Naturales y, lo más importante, la base de mi alegría: ¡el pez que dentro de poco diseccionaría!
Llegué al laboratorio, me dirigí a la segunda mesa junto con mis compañeros de trabajo, me hice una coleta, chaqueta fuera y ¡ya estaba preparada para comenzar con lo que sería lo más emocionante! Coloqué el jurel en la bandeja de disección, identifique la boca, los orificios nasales, las aletas y el opérculo. Fue fácil el primer paso, yo ya estaba metida de lleno en la investigación.
Mi profesora mandó a introducir las tijeras por las branquias y llegar hasta la boca para comprobar si se comunicaban; mis compañeros, al escuchar aquella orden, decidieron quien iba a hacerlo…. Ya que la idea de hacer eso les producía cierto repelús, yo me ofrecí. Quería hacerlo, me producía emoción, eso estaba hecho para mí nunca mejor dicho. No sentí asco ni desagrado, todo lo contrario, cada vez más llamaba mi atención, me atraía como un imán atrae a un hierro. ¡Qué ilusión!, tanta, que se me notaba.
Cuando comprobé cómo se comunicaban las branquias y la boca entre sí, me dispuse al siguiente paso: había que extraer un trozo de branquia y colocarla en un portaobjetos para observarla al microscopio. Ya que a mí me gustaba tanto, hacía las cosas que eran “de acción” mientras, los demás observaban y tomaban nota. La primera vez, no me salió bien, ni la segunda, ni la tercera… mas no me di por vencida tan pronto y lo intenté una cuarta vez. En esta, ya salió un buen trozo de aquellas estructuras rojizas.
Era la hora de verlas con el microscopio. No tenía ni idea de cómo utilizar un microscopio, pero siempre hay una primera vez para intentarlo. Pedí ayuda a mi profe y lo observé. Fue maravilloso, no daba credibilidad a lo que veía, sorprendida era poco. Contemplé perfectamente cómo eran las branquias, “aquella cosa” que – a simple vista – eran solo pelos de color rojo, estaba llena de capilares. ¡Qué fascinante! Me sentí como si hubiera ganado un premio. Aquello era especial. Eso con lo que soñaba desde pequeñita, que veía como algo muy complicado, cosas de mayores, yo lo había hecho. Nunca mejor dicho, “yo había cumplido uno de mis sueños”.
Me sentí tan mayor…cosas como esa, no se olvidan y más si fue tu sueño hecho realidad.
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