A la inmensa mayoría de nosotros, beber leche en la edad adulta nos parece un acto de lo más normal. Pero, no en todos los lugares del mundo – por ejemplo Asia – es habitual su consumo.
Está claro que la leche es el único alimento que ingerimos los mamíferos en la primera etapa de la vida, hasta que somos capaces de tomar otros, momento en el que se perdería la capacidad de digerirla. Pero, en lugares como Europa, sigue presente en nuestra dieta durante toda la vida. ¿Por qué en unas partes del mundo sí y en otras no? Vamos por partes.
La leche es un líquido viscoso y blanquecino muy nutritivo que está compuesto fundamentalmente por agua, sales minerales, calcio, glúcidos (principalmente lactosa), grasa y proteínas. Esta composición varía dependiendo de cada especie y raza, haciéndolo – incluso – durante el período de lactancia.
A medida que vamos creciendo y nuestro organismo es capaz de asimilar otros alimentos, perdemos la capacidad de digerir la leche. Nuestro cuerpo deja de producir una enzima denominada lactasa que es la encargada de convertir la lactosa en glucosa y galactosa para que la podamos asumir. Sin embargo, la mayoría de los europeos sigue produciendo lactasa durante toda su vida, característica conocida como «persitencia de la lactasa» .
Esta cuestión ha llamado la atención durante bastante tiempo a numerosos investigadores y les ha llevado a realizar estudios diversos. En el 2009, científicos alemanes y británicos publicaron un artículo en PLoS Computacional Biology en el que mostraban que la persistencia de la lactasa era debida a una alteración genética que se originó hace más de 7.500 años, con el desarrollo de la ganadería. Hasta entonces, la creencia más extendida era que los habitantes del norte, al tener menos horas de sol, compensaban con la leche la vitamina D necesaria para sus huesos y la protección de enfermedades como el raquitismo.
Este mes, la revista Molecular Biology and Evolution publica un artículo de la investigadora sueca Oddný Sverrisdóttir, en el que han participado los españoles Juan Luis Arsuaga y José Miguel Carretero. En él se recogen los resultados de un análisis de ADN de los restos encontrados en la Cueva del Portalón, Atapuerca, Burgos que demuestran que los habitantes de esa época de la Península Ibérica no poseían el gen que les permitiera digerir el azúcar de la leche, a pesar de que sí podían tomar sus fermentos. La ingesta de leche debió suponer graves problemas de salud, por lo que los autores piensan que la tolerancia se desarrolló por pura selección natural, al padecer en la Edad de Bronce períodos de grandes hambrunas.
Esta teoría desmiente totalmente a la de la vitamina D, ya que viene a confirmar que la persistencia de la lactasa se desarrolló en varias partes del mundo independientemente y debido a otras presiones evolutivas.
Fuentes:
http://www.pnas.org/content/104/10/3736.abstract
http://www.madrimasd.org/informacionidi/noticias/noticia.asp?id=40815&origen=notiweb
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Nota: Esta entrada participa en la XXVIII Edición del Carnaval de Biología, cuyo blog anfitrión es Vida y Estrellas (Divulgación Científica) y en la en la XXXI Edición del Carnaval de Química que acoge ::ZTFNews
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31 motivos para no volver a beber leche!! :O http://www.cuerpoymente.es/medicina-natural/349-31-motivos-para-no-ingerir-lacteos-sorprendete