Como no podía ser de otra manera, la ciencia está también detrás de algo tan común para nosotros como los besos. De hecho, hay toda una disciplina científica que se encarga de su estudio: la Filematología. Esta disciplina estudia desde sus orígenes hasta los tipos de besos, sus diferentes significados a lo largo de la historia y las reacciones – físicas y psicológicas – que provoca.
Todos estamos de acuerdo en que besarse es una acción agradable, incluso sin saber muy bien porqué. Helen Fisher, antropóloga e investigadora reconocida en esta materia, considera que el beso es el mayor mecanismo de adaptación que poseemos, además de ser un acto por el que intercambiamos grandes cantidades de información acerca del otro, de su estado, de nuestra relación…
En el aspecto puramente físico, el beso desencadena una serie de reacciones químicas en nuestro interior. Nuestros labios son una zona muy erógena de nuestro cuerpo, con muchas terminaciones nerviosas, cuyo contacto implica a cinco de los 12 nervios craneales o cerebrales. Al besarnos, nuestro cuerpo se pone en alerta para intentar «aprender» todo lo que pueda acerca de la otra persona, lo que hace que un buen número de sustancias químicas se disparen funcionando como mensajeros y se produzca una especie de «subidón».
El beso genera una liberación de dopamina, un neurotransmisor que nos hace sentir bien, y de oxitocina, hormona relacionada con las conductas sexuales, la maternidad, etc. y conocida como la «molécula del amor». Por otro lado, dilata los vasos sanguíneos, acelera el pulso y disminuye los niveles de cortisol, la hormona del estrés, lo que mejora la circulación y previene de infartos. También disminuye el riesgo de caries, gracias a la producción de saliva en nuestra boca.
Claro está, que es mejor cuando besamos a la persona adecuada. Pero, si la primera pintura de un beso en la boca data del Magdaleniense medio, (está en la Cueva de la Marche), no creoque dejemos ahora de hacerlo…..
¡Feliz Día Internacional del Beso!
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